HUYENDO DE LA VOLUNTAD DE DIOS
Jon 1:1 Cierto día, un hombre llamado Jonás hijo de
Amitai recibió un mensaje de parte de Dios:
Jon 1:2 «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive y
diles que ya he visto lo malvados que son!»
Jon 1:3 Pero en vez de ir a Nínive, Jonás decidió
irse lo más lejos posible, a un lugar donde Dios no pudiera encontrarlo. Llegó
al puerto de Jope y encontró un barco que estaba a punto de salir. Pagó su
pasaje y se embarcó, contento de irse lo más lejos posible de Dios.
Jon 1:4 Cuando ya estaban en alta mar, Dios mandó un
viento muy fuerte que pronto se convirtió en una terrible tempestad. El barco
estaba a punto de romperse en pedazos.
Jon 1:5 Cada uno de los marineros, temblando de
miedo, llamaba a gritos a su dios. Ya desesperados, arrojaron al mar toda la
carga del barco para quitarle peso. Mientras tanto, Jonás dormía plácidamente
en la bodega del barco.
Jonás
un profeta de Dios, recibió la orden de
ir a Nínive a decirle a la gente de esa
ciudad que se arrepintieran, porque en
cuarenta días serian juzgados.
Jonás
vivía en Gat-hefer, una villa cercana a Nazaret; Dios lo comisiona para que vaya a Nínive y predique,
algo muy complicado porque Nínive era la capital de Asiria, un pueblo malvado, acostumbrado a matar y
torturar a quienes consideraba sus enemigos, entre ellos los Israelitas.
Jonás le desagrado tener que ir a un pueblo que tenía
otros dioses y que se caracterizaban por matar a hombres, mujeres y niños; colgando sus cabezas en los arboles de los jardines del rey.
Jonás
no entendía de la misericordia y bondad
de Dios para con el pecador, para con el que no merece ser ayudado. El decidió renunciar a ir, antes que
predicarle a esta clase de gente.
Cuántas
veces hemos decidido hacer lo que queremos, antes que hacer lo que Dios nos
manda hacer; sobre todo cuando se trata de ayudar al que no lo merece, al que
ha sido nuestro enemigo, al que nos hace daño.
Jonás
decide huir bien lejos, y se sube en un barco rumbo a Tarsis, lo que ahora es España, queriéndose librar de
tal responsabilidad.
Pero a
pesa de su rápida huida, y cuando ya se sentía seguro, creyó que todo iría bien
de acuerdo a su voluntad, pero no pudo llegar a Tarsis; Dios tenía que
enseñarle lo que es misericordia y bondad para con el pecador.
Dios
tuvo que enviar una fuerte tempestad al mar,
y a la vida de Jonás; para que hiciera la voluntad de Dios.
Cuando
Jonás pensó que se saldría con las suya,
fue y se acostó muy seguro de lo que quería, la tempestad amenazaba con
destruir el barco. Los marineros echaron suerte para ver por causa de quien había venido esa tempestad, y la culpa cayó sobre Jonás, tuvo que confesar que esto había venido porque
estaba huyendo de Dios.
Jon 1:4 Pero el Señor hizo que soplara un viento muy
fuerte, y se levantó en alta mar una tempestad tan violenta que parecía que el
barco iba a hacerse pedazos.[f]
Jon 1:5 Los marineros estaban llenos de miedo, y cada
uno invocaba a su dios. Por fin, para aligerar el barco, echaron toda la carga
al mar. Jonás, mientras tanto, había bajado a la bodega del barco, y allí se
había quedado profundamente dormido.[g]
Jon 1:6 Entonces el capitán fue a donde estaba Jonás,
y le dijo:
—¿Qué
haces tú ahí, dormilón? ¡Levántate y clama a tu Dios! Tal vez quiera ocuparse
de nosotros y nos ponga a salvo.[h]
Jon 1:7 Al mismo tiempo, los marineros decían:
—Echemos
suertes para saber quién tiene la culpa de nuestra desgracia.
Echaron
suertes, y Jonás resultó culpable.
Jon 1:8 Entonces, los marineros preguntaron a Jonás:
—¡Dinos
ya por qué estamos sufriendo todo esto! ¿En qué trabajas? ¿De dónde vienes?
¿Cuál es tu país? ¿De qué nacionalidad eres?
Jon 1:9 Jonás respondió:
—Soy
hebreo y adoro a nuestro Dios, soberano y creador de todas las cosas. Lo que
está pasando es culpa mía, pues estoy huyendo de él.
Jon 1:10 (10-11) Los
marineros, llenos de terror, le dijeron:
—¿Por qué
has hecho esto? ¿Qué podemos hacer contigo? ¡El agua se nos viene encima y la
tormenta se está poniendo más violenta!
Jon 1:12 —Échenme al mar, y el mar se calmará
—contestó Jonás—. Esta terrible tempestad cayó sobre ustedes por mi culpa.
La
tripulación arrojo a Jonás al mar, y la fuerte tempestad ceso, tanto que
aquellos marineros creyeron en Dios.
Si
hacemos nuestra propia voluntad, nada nos saldrá bien, vendrán tormentas que no
solo amenazarán nuestras vidas, sino la vida de los que nos rodean. Hasta que no seamos arrojados y nuestra vida peligre,
donde no hay esperanza, quedando solo en
las manos de Dios, entonces no cesara la tormenta.
Jonás reconoció
que por su culpa había venido la tempestad, por hacer lo que él quería y no lo
que Dios pedía.
Jon 1:14 Entonces clamaron al Señor y dijeron: “Señor,
no nos dejes morir por culpa de este hombre. Y si es inocente, no nos hagas
responsables de su muerte,[m] porque
tú, Señor, actúas según tu voluntad.”
Jon 1:15 Dicho esto, echaron a Jonás al mar, y el mar
se calmó.
Jon 1:16 Al verlo, los marineros sintieron una
profunda reverencia por el Señor, y le ofrecieron un sacrificio y le hicieron
promesas.
Jon 1:17
(2.1) [n] Entre tanto, el Señor había dispuesto un
enorme pez[ñ] para que se tragara a
Jonás. Y Jonás pasó tres días y tres noches dentro del pez.[o]
Cuando
vienen las tempestades a nuestra vida, muchos tratarán de salvarnos para que no seamos derribados; pero solo cuando caigamos a lo más bajo, es
allí donde reconoceremos a un Dios poderoso, que nos pide que hagamos su voluntad.
Jonás fue
lanzado al mar, y un gran pez se lo comió; allí en lo más profundo, en su
desesperanza se arrepintió, clamo a Dios y él escucho sus oraciones.
Jon 2:1 (2) Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde dentro del pez,
Jon 2:2 (3) diciendo:
“En mi angustia
clamé a ti, Señor,
y tú me
respondiste.[b]
Desde las
profundidades de la muerte
clamé a
ti, y tú me oíste.[c]
Jon 2:3 (4) Me arrojaste a lo más hondo
del mar,[d]
y las
corrientes me envolvieron.
Las
grandes olas que tú mandas
pasaban
sobre mí.[e]
Jon 2:4 (5) Llegué a sentirme echado de tu
presencia;[f]
pensé que
no volvería a ver tu santo templo.
Jon 2:5 (6) Las aguas me rodeaban por
completo;
me cubría
el mar profundo;
las algas
se enredaban en mi cabeza.
Jon 2:6 (7) Me hundí hasta el fondo de la
tierra;[g]
¡ya me
sentía su eterno prisionero!
Pero tú,
Señor, mi Dios,
me
salvaste de la muerte.[h]
Jon 2:7 (8) Al sentir que la vida se me
iba,
me acordé
de ti, Señor;
mi
oración llegó a ti en tu santo templo.
Cuando
hacemos lo que queremos, y no tomamos en cuenta lo que Dios nos esta diciendo,
somos llevados por las fuertes tempestades de la vida a donde no queremos; Solo
cuando reconozcamos que necesitamos ser
guiador por Dios, no volveremos a levantarnos y salir de la oscuridad más profunda
a donde nuestra terquedad y orgullo nos arrastró para destruirnos..
Cuando
Jonás reconoció su desobediencia el pez lo vomitó, y pudo cumplir el propósito
de Dios, ir a Nínive.
Jon 2:10 (11) Entonces el Señor dispuso que
el pez vomitara a Jonás en tierra firme.
Jon 3:1
El Señor se dirigió por segunda vez a
Jonás, y le dijo:
Jon 3:2 “Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y
anuncia lo que te voy a decir.”[a]
Jon 3:3 (3–4) Jonás
se puso en marcha y fue a Nínive, como el Señor se lo había ordenado. Nínive
era una ciudad tan grande que para recorrerla toda había que caminar tres días.[b] Jonás entró en la ciudad y caminó todo un
día, diciendo a grandes voces: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida!”[c]
Jon 3:5 Los habitantes de la ciudad, grandes y
pequeños, creyeron en Dios, proclamaron ayuno y se pusieron ropas ásperas en
señal de dolor.[d]
Jon 3:6 Cuando la noticia llegó al rey de Nínive,
también él se levantó de su trono, se quitó sus vestiduras reales, se puso
ropas ásperas y se sentó en el suelo.[e]