MORDIDOS POR LAS SERPIENTES
Números
21:4 Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la
tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino.
21:5 Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir
de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra
alma tiene fastidio de este pan tan liviano.
21:6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al
pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.
21:7 Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado
contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas
serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.
21:8 Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una
asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.
21:9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando
alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
El
pueblo de Israel había derrotado a los cananeos quienes salieron para impedirles
el paso y destruirlos, Israel hizo una promesa a Dios que si los ayudaba a
vencer este pueblo junto con su rey, destruiría todas sus ciudades, Dios les concedió
la petición y les dio una gran victoria.
Núm 21:1 Había en el
desierto del sur un rey cananeo que vivía en la ciudad de Arad. Cuando este rey
supo que los israelitas venían por el camino de Atarim, los atacó y se llevó
presos a algunos de ellos.
Núm 21:2 Entonces los
israelitas oraron a Dios y le hicieron esta promesa: «Si nos ayudas a vencer a
ese rey y a su pueblo, nosotros destruiremos por completo todas sus ciudades».
Núm 21:3 Dios les concedió
lo que pidieron, y los ayudó a vencer a sus enemigos. Así fue como los
israelitas mataron a los cananeos y destruyeron todas sus ciudades. Por eso
llamaron a ese lugar Hormá.[1]
El pueblo de Israel partió
desde el monte Hor, tras tener una gran victoria, Dios condujo al pueblo por el desierto, el
pueblo empezó a desanimarse por tener que rodear toda aquella tierra, pasar por
el desierto, hasta llegar a la tierra
prometida.
El
pueblo no soporto más y empezó a hablar mal contra Moisés y contra Dios. Ellos
estaban cansados del mana, el alimento
que Dios les había dado. Estaban insatisfechos de andar por el lugar donde Dios los había conducido.
Murmurar
es lo primero que se hace cuando se está cansado o cuando sentimos insatisfacción,
Murmurar contra Dios fue lo más grave, ellos no querían el alimento que Dios
les estaba dando, querían algo mejor, algo que llenara sus expectativas.
Muchas
veces nos cansamos fácilmente de lo que Dios nos da, vivimos ambicionando algo
mejor, debemos pedirle a Dios que nos enseñe a ser agradecidos con lo que tenemos aunque nos guste, para que podamos un día llegar a disfrutar de las bendiciones
que tanto queremos.
Por
este pecado Dios los castigo enviándoles serpientes que los mordiesen y así
mucho pueblo murió.
21:5 Y
habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de
Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra
alma tiene fastidio de este pan tan liviano.
21:6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al
pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.
Quejarnos
contra Dios y culpar a Dios de nuestros problemas o momentos difíciles que
pasamos nos ocasiona más destrucción, morimos emocionalmente y espiritualmente.
El
pueblo tuvo que reconocer el pecado que habían cometido, Moisés oro para que
quitara las serpientes; Dios escucho sus oraciones y le ordeno que hiciera una serpiente
y la colocara sobre una asta, para que
cualquiera que fuere mordido por una culebra mirara esta serpiente y fuera sanado. Esto es símbolo del mismo
señor Jesucristo en la cruz, cualquiera que quiera mirar a Jesús y lo acepta
será sanado.
Jesús
es el único que puede perdonar todos nuestros pecados, El es el único que puede
limpiarnos de toda maldad, en su infinita misericordia se compadece de nuestras
debilidades y nos otorga salvación y vida eterna.
En el
monte Sinaí Dios le había ordenado a Moisés de no hacer imagen de lo que
estuviera en la tierra o en el cielo, sin embargo, le manda hacer una serpiente
como símbolo de fe y de la obra que haría Cristo en la cruz del calvario.
Para
muchos pueblos antiguos la serpiente era el símbolo de la vida y muerte,
los egipcios, los cananeos adoraba a la
serpiente al igual que algunos otros pueblos.
Asclepio, dios griego de la medicina, y llamado Esculapio por los Romanos se lo
representaba como un hombre barbudo con una serpiente que le iba subiendo por
los pies y se enrollaba en una vara o en sus vestiduras. La doble serpiente
enroscada sobre una espada ha sido el símbolo de la medicina por siglos.
Todo
aquel que fuera mordido por una serpiente solo tenía que alzar su mirada y ver la
serpiente de bronce para ser sanado.
Para
muchos pueblos antiguos la serpiente fue un objeto de fe, así como tenemos que
mirar a Cristo solo por la fe y ser librados de la muerte eterna.
Números
21:9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando
alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Juan
3:14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
3:15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna.
3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna.
Cristo
nos sana de toda mordedura de serpiente y del veneno del pecado.
Las
heridas que han ocasionado las serpientes en el desierto de este mundo solo
pueden ser sanadas por Cristo, él es el único restaurador, solo por la fe
alcanzamos restauración y vida.
Salmos 147:3 El sana a los quebrantados de corazón,
Y venda sus heridas.
Tristemente
este objeto llego a ser adorado por el pueblo, algo que Dios no había dicho, después
de 700 años fue destruido por el rey Ezequías.
2 de
reyes 18:4 El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los
símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho
Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la
llamó Nehustán.